La sofística
es un amplio movimiento que surge como respuesta a la necesidad de educar
dirigentes políticos fundamentalmente entre la clase incipiente de nuevos ricos
que carecían de la educación aristocrática. Se denomina "sofistas" a
un conjunto de pensadores bien diferentes entre sí pero que comparten algunos
rasgos sobresalientes: entre sus enseñanzas incluyen un conjunto de disciplinas
humanitarias (retórica, política, derecho, moral, etc.) y son los primeros
profesionales de la enseñanza (organizan cursos completos y cobran sumas
considerables por enseñar). Ambos rasgos -carácter humanístico de sus
enseñanzas e institucionalización de la enseñanza misma- muestran claramente
que los sofistas tenían un proyecto bien definido de educación, que venía a
romper en muchos sentidos con la enseñanza tradicional, inadecuada para las
exigencias de la época.
Coinciden
además los sofistas tanto en sus métodos (sus métodos consistían en pronunciar
largos discursos y comentar textos de autores antiguos) como en el
reconocimiento de su deuda con respecto a los poetas tradicionales. Guthrie
afirma: "Reconocían su descendencia de los poetas educadores".
Se puede
distinguir entre una Primera Sofística, contemporánea de Pericles y anterior a
la guerra del Peloponeso, y una Segunda Sofística, que se desarrolla durante la
guerra del Peloponeso y que reflexiona sobre algunas ideas tan sólo pergeñadas
por los sofistas más antiguos. Los sofistas
más importantes de la primera época son Protágoras, Pródico y Gorgias.
Los más relevantes de entre los segundos son: Hipias Antifonte, Licofrón, Alcidamante y Calicles.
Primera Sofística: aunque los sofistas acostumbraban a practicar el compromiso con las
religiones existentes, no podían basar su teoría del Estado y la sociedad sobre
el fundamento religioso. El nuevo fundamento es la naturaleza humana. La
naturaleza humana consiste, según estos, en aspectos cooperativos que conducen
a la formación de una comunidad basada en la amistad y el respeto mutuo. La ley
(nomos) no está en contradicción con la physis del hombre: si la
naturaleza humana tiende al respeto (aidós) y a la cooperación y éstos
son potenciados por las leyes justas, bien se ve que no hay oposición entre
naturaleza y ley. Los sofistas entendían
por "estado natural" todo lo que favorece la vida en comunidad y por
ello es conveniente, agradable, justo, verdadero y correcto. Vemos, por tanto,
cómo se refleja en este punto el valor que daba la poesía heroica a la
comunidad y la amistad, y la idea de un orden cósmico que dicta lo que debe
ser, en este caso la naturaleza humana. La definición que los sofistas dan de
la physis del hombre es esencialmente
pragmática y está muy influida por la doctrina de los escritos hipocráticos
sobre la naturaleza humana. El sabio es el encargado de hacer que una cosa
parezca y sea conveniente para la comunidad. En este contexto "convertir
en fuerte el argumento débil" (Protágoras) significa convencer, y por la
importancia que tiene la persuasión se entiende que la retórica sea para ellos
esencial.
La virtud
política (areté) se caracteriza por la posesión del respeto mutuo (aidós)
y la justicia (dike) y está asociada al éxito. Para alcanzar éste, el
hombre tiene que actuar con inteligencia, de la que depende el éxito, el
triunfo dependerá de que se sea más o menos verosímil (eikós). El hombre
virtuoso consigue ventajas personales de la práctica de la virtud para el bien
de la comunidad: recibe honor y obtiene placer. Vemos en este movimiento
entrelazándose los valores cooperativos de Hesíodo con los competitivos de
Homero, y sus morales campesina y aristocrática mezclándose. En este sentido
hemos de subrayar que los sofistas niegan la tesis aristocrática según la cual
hay dos naturalezas humanas radicalmente diferentes, lo cual se hace patente en
cuanto que afirman que la naturaleza humana puede se perfeccionada por la
enseñanza que dan los sofistas. Quien, gracias a ella, alcanza los grados más
elevados, está llamado a desempeñar la magistratura del Estado.
Protágoras
de Abdera
Según
la mayoría de los autores Protágoras nació en Abdera el año 481, aunque Burnet
y Taylor retrasan su nacimiento hasta el año 500 a . c.; hacia mediados de siglo se
instaló en Atenas, entablando amistad con Pericles, ciudad en la que alcanzó un
elevado protagonismo. Acusado de impiedad, probablemente de ateísmo y/o
blasfemia, por haber afirmado en su libro "Sobre los dioses" que no
es posible saber si los dioses existen ni cuál es su forma o naturaleza, se vio
obligado a abandonar Atenas refugiándose al parecer en Sicilia. "De los
dioses no sabré decir si los hay o no los hay, pues son muchas las cosas que
prohíben el saberlo, ya la oscuridad del asunto, ya la brevedad de la vida del
hombre"
Protágoras
defendía el relativismo y el convencionalismo de las normas, costumbres y
creencias del hombre. Es su tesis más conocida y que queda reflejada en la
frase "El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto
que son y de las que no son en cuanto que no son", uno de los fragmentos
que conservamos de su obra. Respecto al relativismo de Protágoras cabe
interpretarlo de dos modos:
Si
concebimos que el hombre al que se refiere Protágoras es el hombre particular y
concreto, el individuo, Protágoras estaría afirmando un relativismo radical, de
modo que cada hombre tendría "su verdad". Platón en el Teeteto así lo
interpreta: lo que a mí me parece frío es frío, aunque no le parezca así a
otro.
Pero
podemos interpretar que Protágoras entiende "hombre" como "ser
humano", y tendríamos que hablar entonces de un relativismo social, en el
sentido de que aceptamos como verdadero lo que en nuestra sociedad es aceptado
como verdadero.
También
se ha discutido si Protágoras aceptaba el relativismo ético o moral. Si
Protágoras afirma que el hombre es la medida de todas las cosas parece que el
relativismo se hacía extensivo a los valores éticos, (aunque Platón en su
diálogo "Protágoras" mantenga que el relativismo no se extendía a los
valores éticos). De tal modo, lo bueno será lo bueno "para mí", si
adoptamos la perspectiva del relativismo individual, o lo bueno "para la
sociedad", si adoptamos la perspectiva del relativismo social o cultural.
En
relación con la tesis del relativismo se desarrollará la contraposición
"nómos / physis", entre las leyes sociales y la naturaleza. Las leyes
sociales son el resultado del pacto o de la convención entre los individuos, es
decir no tienen carácter natural; el determinante de la ley social no es ni el
individuo, ni la naturaleza, sino el conjunto de los hombres que viven en esa
sociedad. De ese modo se explica el carácter modificable de la ley, y las
diferencias entre las leyes imperantes en distintos pueblos y culturas, o
dentro de la misma cultura entre distintas ciudades. Dado que no existe una ley
que por naturaleza obligue a los hombres a organizarse de esta u otra manera,
las leyes de la sociedad quedan sometidas al acuerdo o a la convención de todos
los hombres; en este sentido será el criterio de la utilidad el que determine
qué leyes se adoptarán y, una vez adoptadas, serán de obligado cumplimiento.
Pródico de Ceos.
Se
hizo famoso por su actitud pesimista ante la vida, decía que una muerte
temprana era un regalo de los dioses. Como otros sofistas, defendió el
relativismo ético y desarrollo una teoría psicológica acerca del origen de la
religión: los hombres primitivos veneraron aquello de lo que dependían sus
vidas: el sol, el agua, el fuego; pero cuando comenzaron a desarrollar las
técnicas, pasaron a adorar a los inventores de las mismas, por ejemplo, adorar
a Dioniso como el inventor del vino.
Gorgias (483-375 aprox.)
Aparentemente,
Gorgias había sido discípulo de Empédocles y quizá para defender a su maestro
de los ataques de Zenón escribió un tratado Acerca de la naturaleza o del
no-ente, en que se afirma que:
1.
Nada existe
2.
Si existiera algo, no podría ser conocido.
3.
Si pudiera ser conocido, no podría ser explicado ni comunicado a los demás.
Esto
bien podría ser tenido por Nihilismo absoluto pero más presumiblemente por la
intención de llevar al absurdo la filosofía de Zenón.
comunes en ellos:
1) Hay
una oposición entre el nomos real y el nomos ideal, basado en la
naturaleza, bien sea porque el nomos ideal o la naturaleza significa igualdad
esencial entre los hombres, frente a las desigualdades sociales dentro de la
ciudad y entre ciudades (Hipias), bien porque lo natural sea el derecho del más
fuerte, considerando la injusticia de la ley en igualar lo desigual para la
satisfacción de los mas débiles (Calicles).
2) Se
produce una escisión absoluta entre el éxito y el provecho propio y la justicia
y respeto a la comunidad. Lo que buscan es la satisfacción individual. Se
persigue acertar con la ocasión oportuna y complacer al público,
independientemente de la justicia y conveniencia de lo que se afirma y en la
medida que el discurso resulta más elegante y produce mayor placer, el engaño
está justificado.
Como vemos
en este segundo movimiento de la sofística se desvirtúan las características
propias de la tradición griega que si vemos reflejadas en la
Primera Sofística.
Hipias de Elis.
Este
sofista se destacó por lo enciclopédico de sus conocimientos. Consideró la ley
no sólo como convencional sino que incluso llegó más lejos: afirmó que era
contraria a la naturaleza, por lo que reclamaba la autarquía del individuo y la
rebelión contra las leyes que siempre oprimen a los más débiles. Así, Hipias se
opone a Protágoras en el sentido en que para éste la ley es una consecuencia de
la naturaleza, mientras que para Hipias, la ley va en contra de ella, porque se
hace necesario volver a la naturaleza.
Antifonte
Antifonte fue un defensor de la physis frente al nómos. La ley es un
acuerdo antinatural, artificial, que es respetado únicamente cuando tenemos
miedo a las consecuencias de su violación.
Las leyes no se fundan en la naturaleza, son convenciones sujetas al
cambio continuo. Hay cosas buenas por naturaleza y cosas buenas por nómos.
Los hombres debemos seguir los preceptos de la naturaleza antes que los de las
leyes.
La naturaleza nos empuja a evitar el
dolor y buscar el placer. Cuando la búsqueda de placer choca contra las leyes,
sólo se seguiran éstas si el no hacerlo nos acarrearía un dolor mayor, como castigo.
La ética de Antifonte, por lo
tanto, es un hedonismo moderado.
Alcidamante (principios del siglo IV a. C.)
Sofista y retórico griego de Elea, en Eolia,
alumno y seguidor de Gorgias. Se conserva
una obra genuina suya, Acerca
de los sofistas, en la que el autor presenta argumentos en favor
de los discursos improvisados frente a los preparados. Está considerado el
primer gran orador de la Antigüedad.
Calicles
A
la muerte de Pericles las discusiones acerca de la ley y el derecho se
intensificaron notablemente. Algunos defendieron la doctrina del derecho
natural del más fuerte.
Calicles
afirmaba que la ley había sido dada para proteger
a los débiles; pero la naturaleza (tanto en los animales como en los humanos)
hace que los fuertes dominen a los débiles, lo cual es lo justo.
Sócrates: presentación (470-399 a . C.).
Sócrates, que se sepa, no escribió una
sola línea y sin embargo es uno de los filósofos que dividen en dos la historia
del pensamiento: antes de Sócrates y después de Sócrates, como sucederá mucho
más adelante con Kant. Según su propia expresión, su misión era comparable a la
de un tábano que pica al caballo para mantenerlo despierto: aguijoneando a los
ciudadanos de Atenas para impedirles dormir satisfechos de su ignorancia.
Se podría calificar a Sócrates como un
sofista disidente, ya que comparte con los sofistas muchos rasgos de su
pensamiento: su interés por los temas antropológicos, éticos y políticos, su
dedicación a enseñar a los jóvenes -si bien se enorgullecía de no cobrar por
sus enseñanzas-. Pero se separa de ellos en lo que se refiere al relativismo y
escepticismo de los sofistas: Sócrates busca incansablemente verdades absolutas
que fundamenten las decisiones morales y políticas, no acepta que la filosofía
se reduzca al “arte de persuadir” y por lo tanto renuncia al arte de elaborar
bellos discursos que convenzan a los ciudadanos.
Detrás de todo ello existen, sin duda,
razones políticas. Hemos dicho antes que los sofistas eran los filósofos que
demandaba la nueva sociedad democrática. Pero Sócrates ha tenido tiempo de
desilusionarse de la democracia ateniense: después de las guerras del
Peloponeso y la dictadura de los llamados Treinta Tiranos, proliferan las
conspiraciones y la lucha de intereses personales, corrompiendo el régimen
democrático de los primeros tiempos del siglo de oro (el siglo V a.C.).
Probablemente Sócrates añora el antiguo esplendor de la polis y trata de
restaurarla buscando un fundamento filosófico sólido que la decadencia y el
oportunismo de los tiempos no le ofrecía. Y la consecuencia política de ese
intento es su defensa de un régimen aristocrático, que no se refiere a la
aristocracia que proporciona el dinero ni la nobleza del nacimiento sino a lo
que indica la etimología de la palabra: gobierno de los mejores.
Sea como fuere, sus enseñanzas y su
constante cuestionamiento a los poderosos de su tiempo irritaron a las clases
dominantes hasta el punto de acusarle de impiedad y corrupción de la juventud.
Sócrates es sometido a juicio. Asume su propia defensa y la ejerce de un modo
tan brillante que fuerza al jurado a condenarlo a muerte; quizás si hubiera
admitido su culpa y solicitado clemencia la pena hubiera sido menor.
Por respeto a las leyes de la polis se
niega a aceptar un plan de fuga y espera el momento de la ejecución rodeado de
sus discípulos y filosofando sobre la virtud y la inmortalidad del alma. Cuando
llega el momento de beber el veneno lo hace con absoluta tranquilidad,
convencido de que la muerte no es un mal sino un tránsito a una vida mejor,
liberada de la servidumbre del cuerpo. Se ha comparado muchas veces este final
de Sócrates con la muerte de Cristo, que, como él, divide en dos la historia.
Lo que hemos dicho sobre Sócrates, y lo
que diremos en adelante, está basado casi totalmente en lo que cuenta su
discípulo Platón, que dedica varios libros -llamados Diálogos- a su maestro. En la Apología de Sócrates narra el desarrollo del juicio y su
condena, en el Critón su
cautiverio y en el Fedón sus
últimos momentos y su muerte. Y en muchos otros Diálogos desarrolla su doctrina, poniendo su propia filosofía en
boca de su maestro. ¿Hasta qué punto el retrato de Platón es fiel al Sócrates
real? Nunca lo sabremos. Aristófanes -un autor teatral bastante irreverente- lo
presenta como un viejo pedante y engreído. Jenofonte -un historiador de la
época- coincide bastante con Platón. En cualquier caso, el Sócrates que ha
pasado a la historia es el que nos legó Platón, y a él vamos a atenernos.
Sócrates: su filosofía.
La madre de Sócrates era comadrona. Y
Sócrates solía bromear diciendo que su oficio era el mismo que el de su madre:
sólo que en lugar de ayudar a parir niños, él ayudaba a dar a luz la verdad.
Porque una de las ideas centrales del pensamiento socrático consiste en su
afirmación de que la verdad habita en el interior de cada uno y sólo es
necesario conocerse a sí mismo para encontrarla. Rechaza por lo tanto el estilo
sofista de enseñar, basado en la aceptación de la doctrina de un maestro. El
verdadero maestro no inculca sus verdades al discípulo, sino que busca con él
la verdad que habita en el alma de ambos. Desde este punto de vista podemos
decir que conocer es recordar
lo que el alma ya sabe desde siempre pero que permanece oculto por las
necesidades y preocupaciones materiales de la vida Y esta verdad es la misma
para los dos, porque la verdad -a diferencia de lo que pensaban los sofistas-
es una sola. De ahí su método, llamado mayéutica,
que significa precisamente “el arte de dar a luz”. La mayéutica, por lo tanto
es el arte del diálogo, de una conversación en la cual maestro y discípulo
comparten su ignorancia y buscan juntos el recuerdo de una verdad cuyo germen
está en el alma de los dos. Pero para encontrar la verdad, el primer paso es
convencerse de que no la conocemos, es decir, abandonar las falsas verdades que
son fruto de la costumbre y la ignorancia. De ahí que el primer paso del método
socrático consista en la ironía:
cuestionar mediante hábiles preguntas al interlocutor para hacerle caer en la
cuenta de su ignorancia y sus contradicciones, hasta que se convenza de lo
primero que se necesita para aprender: reconocer que no se sabe. Al “saber que
no sabe” su situación ha mejorado, ya que antes era ignorante sin saberlo. Pero
no todos saben aprovechar este paso, y muchos de los interlocutores de Sócrates
se sienten humillados y furiosos al ser víctimas de esta ironía del maestro.
Una vez que se ha reconocido la ignorancia
se puede pasar a la dialéctica,
es decir, a un diálogo en el cual maestro y discípulo, a partir de sus ideas
personales, buscan una verdad universal de la que ambos participan. Búsqueda
que en los diálogos socráticos nunca termina, ya que lo que le interesa al
maestro no consiste en encontrar verdades completas y definitivas sino indicar
el camino para que cada uno sea capaz de buscarlas en su propio interior. Uno
de los diálogos de Platón en que se muestra claramente este método de su
maestro es el Menón. En él,
Sócrates logra que un esclavo analfabeto resuelva un problema de geometría sin
indicarle la solución, sólo orientándole con hábiles preguntas a buscar la
solución por sí mismo, solución que se supone debía existir ya, aunque
olvidada, en el alma del esclavo. (Aunque, todo hay que decirlo, las preguntas
de Sócrates orientan bastante las respuestas de su interlocutor...).
Y esta sabiduría que el alma posee desde
que nace es también la fuente de la bondad, de la vida moral. Porque el alma
que conoce el bien necesariamente va a tratar de hacerlo realidad en su vida.
La maldad, por lo tanto, no es más que ignorancia: todos buscamos el bien, pero
el ignorante, el que ha olvidado en qué consiste, se equivoca y confunde el
bien con el mal. Por lo tanto, lo que hay que hacer con el hombre malo es
educarlo. Una vez que conozca el bien se sentirá inclinado a buscarlo en sus
acciones, tal es la fuerza de esa idea suprema. Esta doctrina, conocida como el intelectualismo moral va a tener
una enorme influencia en la historia, en particular en la historia de la
educación.
Platón pone en boca de Sócrates los
fundamentos filosóficos de este método, que abarcan una importante teoría del
conocimiento, así como muchas otras afirmaciones de su filosofía sobre
política, moral, estética y metafísica. Veremos algunas de ellas en el capítulo
dedicado a Platón, recordando que hoy resulta imposible separar claramente la
doctrina del maestro y la del discípulo.
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