J. HESSEN, Teoría del
conocimiento. Ed. Espasa Calpe.
Capítulo 1º: La esencia de la
filosofía. Resumen.
¿Qué método podemos seguir
para definir filosofía?
Se podría intentar, ante todo,
obtener una definición esencial de la filosofía partiendo de la significación de la palabra. La
palabra filosofía procede de la lengua griega y vale tanto como amor a la sabiduría, o lo que quiere decir lo
mismo, deseo de saber, de conocimiento.
Es palmario que esta significación
etimológica de la palabra filosofía es demasiado general para extraer de ella una definición
esencial.
Podría pensarse en recoger las distintas definiciones
esenciales que los filósofos han dado de la filosofía en el curso de la historia y,
comparándolas unas con otras, obtener una definición exhaustiva. Pero tampoco este
procedimiento conduce al fin buscado. Las definiciones esenciales que
encontramos en la historia de la filosofía discrepan tanto, muchas veces, unas de otras, que parece completamente imposible extraer de ellas una
definición esencial unitaria de la filosofía. Compárese, por
ejemplo, la definición de la filosofía que dan Platón y Aristóteles –que definen la filosofía como la ciencia pura y simplemente-
con la definición de los estoicos
y de los epicúreos,
para quienes la filosofía es una como aspiración a la virtud o a la felicidad,
respectivamente. O compárese con la de Überweg según la cual la filosofía es: como “la ciencia de los principios”.
Tales divergencias hacen vano el intento de encontrar por este camino una definición esencial.
A tal definición sólo se llega, pues,
prescindiendo de dichas definiciones y encarándose con el contenido histórico de la misma. Pero
el procedimiento que acabamos de señalar parece destinado al fracaso, porque tropieza
con una dificultad de principio. Se trata de extraer del contenido
histórico de la filosofía el concepto de su esencia. Mas para poder hablar de
un contenido histórico de la filosofía necesitamos –parece- poseer ya un
concepto de la filosofía,
Necesitamos saber lo que es filosofía, para sacar su concepto de los
hechos. Sin embargo, no es así. No partimos de un concepto definido de filosofía, sino de la
representación general que toda persona culta tiene de ella. Acerca de
muchos productos del pensamiento cabe dudar que deban considerarse como
filosofía. Pero toda duda
de esta especie enmudece
tratándose de: Platón y
Aristóteles, Descartes y Leibniz, Kant y Hegel. Si profundizamos en ellos, hallamos
ciertos rasgos esenciales
comunes como:
1.º, la orientación hacia la totalidad de los objetos;
2.º, el carácter racional, cognoscitivo, de esta orientación.
Con esto hemos logrado un concepto
esencial de la filosofía muy formal aún. Enriqueceremos el contenido de este
concepto considerando los
distintos sistemas, no aisladamente, sino en su conexión histórica. Se trata, por tanto,
de abrazar con la mirada la total
evolución histórica de la filosofía en sus rasgos principales.
Sócrates aspira
a endereza
sus pensamientos y aspiraciones a edificar la vida humana sobre la reflexión. Platón no se dirige sólo a
los objetos prácticos, a los valores y virtudes, sino también al conocimiento
científico como una autorreflexión del
espíritu sobre lo verdadero, lo bueno y lo bello.
La filosofía de Aristóteles
presenta un aspecto distinto. El Espíritu de Aristóteles se dirige preferentemente al conocimiento
científico y a su objeto: el ser y la ciencia del ser:“filosofía
primera” o metafísica. Los estoicos y epicúreos
entienden la
filosofía en palabras de Cicerón como “maestra de la vida, la inventora de las leyes, la guía de
toda virtud”. Es decir, como filosofía
de la vida.
Al comienzo de la Edad Moderna volvemos a marchar por las vías de la concepción aristotélica.
Los sistemas de Descartes,
Spinosa y Leibniz revelan todos la misma dirección hacia el buscan conocimiento del mundo objetivo.
En Kant toma de nuevo el carácter de la autorreflexión de la autoconcepción del
espíritu.
En el siglo XIX revive el tipo aristotélico de
la filosofía en los sistemas del idealismo alemán, principalmente en Schelling y Hegel.
Este movimiento conducirá, por un lado, a la completa
desvalorización de la filosofía como la que se revela en el materialismo y el
positivismo, y, por otro lado, a una renovación del tipo kantiano,
como la que ha tenido lugar en el neokantismo, consistente en la eliminación de
todos los elementos materiales y objetivos. Como respuesta surge una tendencia renovadora del
aristotelismo. Tenemos todavía, por un lado una metafísica inductiva como la de Hartman, Wund y Driesch, y por otra, a una
filosofía de la intuición, como la que encontramos en Begson, y en otra forma, en la
moderna fenomenología representada por Husserl y Scheler.
Esta ojeada histórica sobre la evolución
total del pensamiento filosófico nos ha conducido a determinar otros dos elementos en el concepto
esencial de la filosofía. Caracterizaremos uno de estos elementos
con el término “concepción
del yo”, y el otro con la expresión “concepción del universo”. La
historia de la filosofía se presenta finalmente como un movimiento pendular entre
estos dos elementos. Pero ello prueba
precisamente que ambos elementos pertenecen a aquel concepto esencial. La
filosofía es ambas cosas una concepción del yo y una concepción del universo.
Pero todavía podemos establecer una conexión más profunda entre ambos elementos esenciales. Como
prueban Platón y Kant, existe entre ellos relación de medio a
fin. La reflexión del espíritu sobre sí mismo es el medio y el
camino para llegar a una imagen del mundo, a una visión metafísica del
universo. Podemos decir, pues, en conclusión: La filosofía es un intento del espíritu humano para
llegar a una concepción del universo mediante la autorreflexión sobre sus
funciones valorativas teóricas y prácticas.
Hemos obtenido esta definición esencial de filosofía por un procedimiento inductivo.
Pero podemos complementar este procedimiento inductivo con un procedimiento deductivo.
Éste consiste en situar la filosofía dentro del conjunto de las
funciones superiores del espíritu, en señalar el puesto que ocupa en el sistema total de la
cultura como la ciencia, el arte, la religión y la moral.
La moral se refiere al lado práctico del ser humano, puesto que tiene por sujeto la voluntad, la filosofía pertenece
por completo al
lado teórico del
espíritu humano.
Existe afinidad
entre la filosofía y la ciencia,
en cuanto que ambas
descansan en la
misma función del espíritu humano, en el pensamiento. Pero ambas se distinguen por su objeto. Mientras que las ciencias especiales tienen
por objeto parcelas de la realidad, la filosofía se dirige al conjunto de ésta.
¿Qué relación guarda ahora la filosofía con las dos
restantes esferas de la cultura, con el arte y la religión?
La respuesta es: existe profunda afinidad entre estas tres esferas de
la cultura. Todas ellas están entrelazadas por un vínculo común, que reside en su objeto. El mismo enigma del universo y
de la vida se halla frente a la poesía, la religión y la filosofía.
Todas ellas quieren en el fondo resolver este enigma, dar una interpretación de
la realidad, forjar una concepción del universo. Lo que las diferencia es el
origen de esta concepción. Mientras la concepción filosófica del universo brota del
conocimiento racional, el origen de la concepción religiosa del mismo está en la fe religiosa.
El principio de que procede y que define su espíritu es la vivencia de los valores religiosos, la
experiencia de Dios. Por eso, mientras la concepción filosófica del universo pretende tener una validez universal y
ser susceptible de una demostración
racional, la aceptación de la concepción religiosa del universo depende de factores subjetivos.
La filosofía es
también esencialmente distinta del arte. La concepción del universo que tiene el artista no procede del
pensamiento puro, debe su origen más bien a la vivencia y a la intuición. El artista y el poeta no crean
su obra con el intelecto, sino que la sacan de la totalidad de las fuerzas
espirituales. El poeta y el artista no están atentos directamente a la
totalidad del ser, como el filósofo. Su espíritu se dirige, en primer término, a un ser y proceso concretos.
Y al representar éstos, elevan a la esfera de la apariencia, de lo irreal. PeroLo
peculiar de esta representación consiste en que en este proceso irreal se manifiesta el sentido real; en
el proceso particular se expresa el sentido y significación del proceso del
universo. El artista y el poeta, interpretando primordialmente un
ser o un proceso particulares, dan indirectamente una interpretación del conjunto del universo y de la
vida.
Si intentamos definir en resumen la posición de la filosofía en el
sistema de la cultura, debemos decir lo siguiente: la filosofía tiene dos caras: una mira a la
religión y al arte; la otra a la ciencia.
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