miércoles, 29 de marzo de 2017


VÍDEOS DE MITOLOGÍA Y FILOSOFÍA GRIEGA Y HELENÍSTICA


Mitología Griega (1ª parte) Dioses y Titanes
https://www.youtube.com/watch?v=hHKbwcGZe3g


Mitología Griega (2ª parte) Semidioses y Héroes
https://www.youtube.com/watch?v=kMtJ40rQDU0



Presocráticos, Sofistas y Sócrates
https://www.youtube.com/watch?v=LacZ9S2a80o




 Platón, Aristóteles y los helenísticos
https://www.youtube.com/watch?v=q4EZcd2btDw


miércoles, 22 de marzo de 2017

MATERIALES 2º EXAMEN  DE LA 2ª EVALUACIÓN
VOCABULARIO POLÍTICO.

Absolutismo: Principio político según el cual la persona que ejerce el poder no está sujeta a ningún control;  su autoridad es absoluta, ilimitada. Para algunos representantes de esta teoría, la autoridad tiene su origen trascendente, divino. Prevaleció en Europa, sobre todo, entre los siglos XV y XVIII. Según el absolutismo el monarca no era responsable de nada de lo que hiciera. Estaba por encima de las leyes. Todo cuanto hiciera estaba autorizado a priori por los súbditos en virtud del contrato social. Teóricos destacados dos puntos Maquiavelo, Hobbes, Bobino, Bossuet…

Totalitarismo: Se dice del régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes sociales de la vida de los individuos de una sociedad. Ejemplo fascismo y nazismo

Fascismo: Doctrina política de carácter nacionalista y totalitario cuyo principal teórico fue Benito Mussolini El nombre se deriva de la palabra italiana “fascio” que significa haz, y que en la antigua Roma era el emblema que precedía a los cónsules. El conjunto de varas de madera formando un haz, símbolo de la fuerza que da la unión. El fascismo más que principios teóricos tiene un conjunto de principios de acción, es más bien una técnica de poder. Su lenguaje es vanguardista, pero sus instituciones son tradicionalistas. Trata de revivir épocas gloriosas pasadas y tiene todo un ceremonial público de grandes epopeyas. El Estado es sumamente poderoso y tiene como lema: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada en contra del Estado. Defiende el elitismo económico y social y sostiene ideas mesiánicas. Es militarista. Sus estructuras son rígidas y con autoridades altamente centralizadas. Ve la sociedad como una gran familia y al caudillo como al padre. La sociedad está organizada a base de corporaciones: Estado corporativo

Nazismo: Teoría y práctica de las doctrinas sostenidas por Adolfo Hitler, en que combinan nacionalismo y expresiones socialistas. Hitler se inspiró en las ideas fascistas de Mussolini. El nacionalsocialismo mezcló teorías racistas y proyectos de reformas sociales. Sostenía que la raza aria era la única raza pura, a la que pertenecían los alemanes. Practicaba el antisemitismo y culpaba a los judíos de todos los males que sufría la humanidad. No creía en la democracia. Era elitista. Para Hitler el Estado tiene un carácter de organización al servicio de un fin, que es el mantenimiento y el desenvolvimiento de una comunidad de seres humanos de la misma especie, tanto en lo físico como en lo moral. Internamente el Estado debe proteger y vigilar para que se mantenga la pureza de la sangre de la comunidad, y externamente, velar por que haya un espacio vital suficiente y que se lleve a cabo la dominación “natural” de la llamada raza aria. Dos poderosos auxiliares del Estado deben ser: la propaganda, dirigida a las masas, y la educación, dirigida a los individuos.

Tecnocracia: Gobierno en manos de los técnicos. Intervención de los técnicos en las funciones de gobierno de un Estado. En un régimen basado en la preeminencia de los especialistas, tales como economistas, ingenieros, físicos, etcétera, que hacen las determinaciones políticas. En la tecnocracia, por tanto, el poder político es ejercido por los técnicos y empresarios, es decir, por quienes ostentan el poder de la industria, las finanzas, la administración, por los altos funcionarios de los servicios públicos, sin exceptuar el ejército.

Democracia: etimológicamente tiene sus bases en el antiguo griego y se forma con los vocablos “demos”, que se traduce como “pueblo”, y “Kratós”, que puede entenderse como “poder” o “gobierno”. La noción comenzó a ser empleada en el siglo V antes de Cristo en Atenas.
Existen varios tipos de democracias. Cuando las decisiones se adoptan en forma directa por el pueblo, se habla de democracia directa o pura. Una democracia indirecta o representativa hace referencia al sistema donde las decisiones son tomadas por aquellas personas a los que el pueblo reconoce como sus representantes legítimos, los cuales son elegidos a través de un sufragio por todos los ciudadanos. Y estamos frente a una democracia participativa cuando el modelo político permite que los ciudadanos se organicen para ejercer influencia directa sobre las decisiones públicas.

La forma más común en la que se ejerce la democracia hoy en día son sistemas representativos, los cuales pueden serpresidencialistas (con un poder ejecutivo con una cabeza bien definida, como es el caso de las repúblicas con presidente, al cual lo ayudan ministros y secretarios), parlamentarios (un grupo de personas forman el parlamento en torno al cual gira las decisiones de gobierno existe presidente pero tiene poderes restringidos) y sistemas colegiados (una combinación entre sistemas parlamentarios y presidencialistas, donde el poder ejecutivo lo integran varias personas escogidas por el arlamento los cuales van turnándose el cargo de presidentes).


Anarquismo: Doctrina que trata de que se establezca una organización social basada en los acuerdos privados entre todos los miembros de la sociedad. De acuerdo con esta doctrina, debe desaparecer todo tipo de autoridad política, tanto del Estado como su función característica que es el gobierno. La asociación de los hombres debe ser completamente libre. Dentro del anarquismo hay dos corrientes una individualista que no busca la eliminación de la propiedad privada y otra colectivista que exige la propiedad común.

Anarquismo individualista: corriente impulsada por Max Stirner y por Pedro José Proudhon. Según Stirner, todo lo que sea ajeno al individuo es una cortapisa o una coacción a su realización plena. Preconiza una “asociación de los egoístas”. El yo, decía, rechaza toda ley que no sea la de su propio capricho y de cualquier otro fin que no sea él mismo. Proudhon por su parte esgrimía razones colectivistas para consagrar derechos individuales y a la comunidad la asignaba un papel de proteger la igualdad individual.

Anarquismo colectivista: los principales impulsores de esta corriente fueron Miguel Bakunin y Pedro Kropotkin. Los principales características de ésta son: Persigue destruir toda autoridad coercitiva, exige la propiedad común, cree en la felicidad de toda la comunidad, basada en la asociación voluntaria y en la ayuda mutua, desarrollada en alto grado; parte de que el hombre posee una bondad natural que ha sido tergiversada a través de la historia; preconiza la transformación del orden natural mediante la revolución; sostiene que los obreros controlen directamente la industria y la agricultura, sin la intervención de ninguna institución con poder, como el Estado o cualquier otra; la vida social debe estar regida por compromisos de cada uno con cada uno, establecidos espontáneamente como verdadero contrato social.

Comunismo sistema económico y social que se instaura cuando culmina el proceso socialista revolucionario marxista. Marx enEl Capital analiza la economía capitalista, comienza con un análisis de la mercancía. Llamamos mercancía a cualquier cosa que es elaborada con vistas a su intercambio por cualquier otra. Toda mercancía tiene un valor de uso y un valor de cambio.
El valor de uso es el que tiene en virtud de sus "cualidades” específicas (así la harina, la tela, un coche, unos zapatos) que permiten satisfacer determinadas necesidades. 
El valor de cambio es el valor común a diverso tipo de mercancías y que permite cambiar unas por otras. Este valor es puramente cuantitativo, lo que permite, para facilitar los intercambios, medirlo en dinero. El valor de cambio es el valor social de un producto medido en horas/hombre necesarias para producirlo. La medida se hace por lo necesario para producirlo dada la situación de desarrollo social en ese momento
Dado que en la sociedad capitalista todo tiende a convertirse en mercancía, la fuerza de trabajo de cada trabajador acaba también convertida en mercancía. Si bien, en una mercancía muy especial, ya que es la que permite la producción de mercancías. El valor de cambio de esta mercancía se determina como el de cualquier otra, por el valor en horas/hombre del trabajo necesario para producir todo tipo de cosas que mantengan al trabajador y a su familia con vida y en condiciones de seguir produciendo. Ahora bien, el valor que produce el trabajador para el capitalista y el que éste le paga (lo necesario para su automantenimiento) son diferentes, y en esto radica la ganancia del capitalista. A esa diferencia llama Marx plusvalía. La plusvalía es la diferencia que hay entre lo que cuesta en cantidad de trabajo mantener al propio trabajador en condiciones de trabajar y lo que cuesta lo que éste produce. Este segundo valor es siempre mayor que el primero. La diferencia (que será tanto mayor cuanto más y mejor sea la organización social del trabajo) es apropiada por el capitalista, de donde saca ganancia (a costa de la explotación del trabajo del trabajador). 
La propia lógica del desarrollo del capitalismo será la que produzca las condiciones para su superación. En efecto, el capitalista necesita competir con sus mercancías en el mercado. Para hacerlo en condiciones ventajosas necesita acelerar la producción (con una producción cada vez a mayor escala, con mayor inversión en tecnología, etc.). Este desarrollo de la producción produce los siguientes efectos: (1) por un lado una concentración de capital en cada vez menos manos (la pequeña burguesía y los pequeños empresarios incapaces de competir acabarán arruinados y pasarán a engrosar las filas del proletariado). (2) Por otro, una sociedad cada vez más organizada y centralizada. Pues bien, llegará un momento en que esa sociedad ya perfectamente organizada podrá prescindir de la minoría dueña del capital, con una simple revolución (esa organización impuesta por las necesidades del sistema capitalista pasará a ser autoorganización). Ésta será la batalla definitiva en la lucha de clases, ya que, al ser ahora la inmensa mayoría de la población la que toma el poder en sus manos, no hay lugar para otra división en poseedores y desposeídos.
Los seguidores de Marx sostenían que todo poder político está siempre al servicio de una clase dominante, incluso el de las sociedades liberales y democráticas. Por ello, propugnaban:
1. La toma de poder del Estado por una vanguardia obrera que instaura­se una dictadura del proletariado.
2Socializar los medios de producción (que pasarían a ser gestionados por el Estado).
3. Eliminar la propiedad privada, causa de las desigualdades sociales y de la explotación. Etapa socialista.
4. Finalmente, instauración del comunismo, que conlleva la destrucción del propio Estado (la sociedad, en la que ya no existiría la propiedad privada y, por lo tanto, la desigualdad entre clases, se organizaría ella sola). Puesta en practica del principio de “cada uno según sus posibilidades a cada uno según sus necesidades”
La revolución de 1917, que convirtió a Rusia en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (y la oleada de revoluciones que le siguieron en el Este de Europa, China, Cuba, etc.) se hizo siguiendo los plantea­mientos de Marx y Engels.

SOBRE LA NATURALEZA HUMANA

PICO DELLA MIRANDOLA (1463-1494) 
El humanismo y el nuevo espíritu de conciliación religiosa, encuentra en Pico, su mejor interlocutor.
Su obra más conocida es el ensayo: "Oración por la dignidad del hombre."

En este ensayo, describe la creación: Usando como fuentes, el Génesis y el Timaeus, y agrega algo de su propia cosecha.

"Cuando Dios ha completado la creación del mundo, empieza a considerar la posibilidad de la creación del hombre, cuya función será meditar, admirar y amar la grandeza de la creación de Dios. Pero Dios no encontraba un modelo para hacer al hombre. Por lo tanto se dirige al prospecto de criatura, y le dice: “No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tú tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas, la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitantes, de acuerdo a tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del Universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho ni mortal, ni inmortal. Ni de la tierra, ni del cielo. De tal manera, que tú podrás transformarte a ti mismo, en lo que desees.
Podrás descender a la forma más baja de existencia, como si fueras una bestia. O podrás en cambio, renacer mas allá del juicio de tu propia alma, entre los mas altos espíritus, aquellos que son divinos."

En esta nueva concepción del universo, aparece el hombre con el brillo de la cultura clásica griega. Como un ser consciente de su propia gloria, con capacidad intelectual y estatura espiritual, no contaminada con el pecado original.
Y la manera de entender las cosas también se ha transformado. Ahora la imaginación predomina sobre el análisis racional.
El humanismo da al hombre una nueva dimensión, la naturaleza se ve divinizada y el cristianismo adquiere una nueva perspectiva. Con ello, los humanistas desafían al orden establecido, en una forma que ni ellos logran imaginar. Con el redescubrimiento de la sofisticada espiritualidad clásica. Dada como una opción viable y alterna al cristianismo. La autoridad moral de la iglesia, es colocada en entredicho, y los dogmas eclesiásticos son considerados obsoletos.
En la oración de Pico, se presenta al hombre como capaz y dotado de las cualidades, para situarse en el lugar de su conveniencia dentro del Cosmos, incluyendo su vínculo con Dios, sin mencionar la necesidad de un salvador intermediario, ni mucho menos de la participación institucionalizada de una jerarquía religiosa, ni tampoco de los rituales y dogmas que la acompañan.

TOMÁS HOBBES (1558 -1579)
La concepción hobbesiana del estado de naturaleza se aparta del sentido paradisíaco, que a ese estado, asigna el pensamiento teológico. Hobbes separa con claridad dos etapas: una situación de barbarie y de guerra de todos contra todos (“El hombre es un lobo para el hombre”), un mundo sin germen de derecho, y por otra parte, un estado creado y sostenido por el derecho, un estado con suficiente poder para iniciar y reformar su estructura.
Según Hobbes la naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y del espíritu que pueden reclamar, para sí mismos, un beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar.
La inclinación general de la humanidad entera es entonces un perpetuo e incesante afán de poder que cesa solamente con la muerte. La pugna de riquezas, placeres, honores u otras formas de poder, inclina a la lucha, la enemistad y a la guerra. Por ello en la naturaleza del hombre se encuentran tres causas principales de discordia: la competencia, la desconfianza y la gloria. De esta manera la competencia impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio, la desconfianza para lograr la seguridad y la gloria para ganar reputación. Con todo esto, mientras el hombre viva sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se llama guerra. Una guerra que es la de todos contra todos.
Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo. La razón los hace pensar que sin seguridad y duración, los bienes y privilegios deseados no tienen sentido porque no se pueden disfrutar. La razón entonces sugiere normas adecuadas de paz, a las cuales pueden llegar los hombres por mutuo consenso. Estas normas son las que Hobbes llama leyes de la naturaleza, las cuales servirán para que el hombre salga de ese estado de guerra.
Esta inclinación de pactar lleva a los individuos a convenir un contrato, que implica la renuncia de todos sus derechos que poseían en el estado de naturaleza para otorgárselo a un soberano que a  cambio les garantizará el orden y la seguridad. Con el contrato se renuncia a la libertad y a cualquier derecho que pudiera poner en peligro la paz.
Esta es la generación del Leviatán o dios mortal, al cual debemos nuestra paz y nuestra defensa. Y fundando el Estado sólo es posible la sociedad civil. Es decir, la organización de todos los súbditos sometidos al poder del Estado, se convierte en el polo opuesto de la guerra.

"Leviatán o la invención moderna de la razón", Editora Nacional, Madrid, 1980)
Fragmentos del texto:
“La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en sus facultades corporales y mentales que, aunque pueda encontrarse a veces un hombre manifiestamente más fuerte de cuerpo, o más rápido de mente que otro, aún así, cuando todo se toma en cuenta en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es lo bastante considerable como para que uno de ellos pueda reclamar para sí beneficio alguno que no pueda el otro pretender tanto como él. 
(…) De esta igualdad de capacidades surge la igualdad en la esperanza de alcanzar nuestros fines. Y, por lo tanto, si dos hombres cualesquiera desean la misma cosa, que, sin embargo, no pueden ambos gozar, devienen enemigos; y en su camino hacia su fin (que es principalmente su propia conservación, y a veces sólo su delectación) se esfuerzan mutuamente en destruirse o subyugarse. 
(...) Así pues, encontramos tres causas principales de riña en la naturaleza del hombre. Primero, competición; segundo, inseguridad; tercero, gloria.
El primero hace que los hombres invadan por ganancia; el segundo, por seguridad; y el tercero, por reputación. Los primeros usan de la violencia para hacerse dueños de las personas, esposas, hijos y ganado de otros hombres; los segundos para defenderlos; los terceros, por pequeñeces, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, y cualquier otro signo de subvaloración, ya sea directamente de su persona, o por reflejo en su prole, sus amigos, su nación, su profesión o su nombre.
Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que les obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre.”

JEAN-JACQUES ROUSSEAU (1712-1778)
Rousseau retoma el problema que ya habían planteado Hobbes y Locke: ¿cuál es el estado natural del hombre? Es decir: ¿cómo era el hombre antes de fundar la sociedad? O quizás mejor: ¿cómo sería el hombre si prescindiéramos de lo que la sociedad ha puesto en él? Rousseau supone lo contrario que Hobbes: el hombre natural era un ser benévolo, que vivía en paz con la naturaleza y con los demás hombres, satisfacía con facilidad sus limitadas necesidades y carecía de ambición y de avaricia. Este  “buen salvaje” gozaba de una placentera libertad natural y estaba guiado por un sano amor de sí.
Todo se arruina cuando aparece la propiedad privada: cuando un hombre cerca un terreno y proclama que es suyo, comienza el egoísmo, las envidias y la injusticia. Se termina la paz del estado de naturaleza y esta situación es aprovechada por los poderosos para imponer unas leyes injustas que, bajo pretexto de establecer la paz, sólo se dirigen a perpetuar la opresión de los débiles y anular su libertad. Es decir, el progreso en la cultura, las ciencias y las artes, ha traído consigo una situación de esclavitud para un ser humano que había nacido libre. Como se ve, una postura pesimista acerca de la situación social de su tiempo que no compartían muchos de sus contemporáneos ilustrados, encandilados por la idea de progreso.
¿Qué hacer ante esta situación? Rousseau comprende que no se puede volver a un estado adánico y resucitar al buen salvaje: su crítica no apunta a la civilización en general sino a la forma concreta que esta civilización ha adquirido. Propone en cambio establecer un nuevo contrato social muy distinto del que propugnaba Hobbes con su legitimación del absolutismo. Un contrato mediante el cual el individuo una sus fuerzas con las de los demás sin perder su libertad. Para lograrlo, se trata de establecer lo que él llama la voluntad general, es decir, la voluntad de la comunidad en su conjunto, que no es la mera suma de las voluntades individuales. Desde el momento en que el ciudadano acepta someterse a esta voluntad general no pierde un ápice de su libertad, ya que se somete a una ley que él mismo se ha dado como parte de esa comunidad y por lo tanto no obedece a nadie más que a sí mismo. Cada uno se da a todos los demás y al hacerlo recobra esa libertad que entrega, con la ventaja de que aumenta su fuerza y la defensa de lo que es suyo. Esta voluntad general se determina por medio del sufragio  universal, que tiene la virtud de eliminar las opiniones extremas y establecer la opinión común de la sociedad. Desde el momento en que un ciudadano ha aceptado libremente el pacto, el resultado de la votación, cualquiera que sea, estará expresando su propia voluntad, aun cuando él haya votado otra cosa distinta.
Se pasa así del estado de libertad natural propio del buen salvaje al de una libertad civil fundada en la razón, creando una unión social perfecta que está muy por encima del estado de naturaleza. Y aquí Rousseau, ilustrado y optimista en el fondo, supone que este nuevo orden social será capaz de erradicar el mal y la injusticia y asegurar la felicidad del hombre.


“El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir: Esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso: <<¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!>>”



ÉTICA Y POLÍTICA EN PLATÓN Y ARISTÓTELES

PLATÓN   En La república, y más tarde en las Leyes, describe lo que habría de ser un Estado ideal. El fundamento de ese Estado ideal habría de descansar en la virtud, entendida ahora como justicia. Es decir, sólo cuando se da la justicia puede funcionar bien la Ciudad. Pero ya hemos dicho que los griegos, y Platón entre ellos, entienden la justicia como orden, como estar cada cosa en su lugar. Así, un alma es justa cuando cada parte cumple la función que le corresponde, se mantiene en su lugar. Pues bien, siguiendo el mismo esquema que había aplicado a la descripción de las funciones del alma, el Estado Justo debería estar compuesto por tres estamentos, cada uno de los cuales cumpliendo con su misión específica: 
1. El de los agricultores, artesanos y comerciantes: serán los encargados de producir los bienes necesarios para la vida de toda la población. Serán los únicos que tengan derecho a tener propiedad privada. Tendrán como virtud característica la templanza
2. Los guerreros-guardianes: serán los encargados de defender a los ciudadanos de sus enemigos. Serán elegidos de entre los ciudadanos más fuertes y valerosos; el valor (andreía) ha de ser la virtud que los caracterice. 
3. El de los gobernantes-filósofos: serán los encargados de dirigir a los ciudadanos. Serán elegidos de entre los guerreros más sabios y prudentes. Tienen que tener un perfecto conocimiento del mundo de las Ideas, ya que sólo quien conoce lo que es el Bien en sí, la Justicia en sí, podrá ser realmente justo y bueno y dirigir a los demás por el camino de la justicia. Ésta es la razón por la que los gobernantes han de ser filósofos.
   Cuando cada uno de estos estamentos cumpla con su virtud específica se dará la Justicia.   
    Aunque este Estado ideal se desarrolla según una división en clases de la sociedad, Platón considera que estos estamentos (al revés de como funcionaba el sistema aristocrático tradicional) no deberían ser estancos. La pertenencia o no pertenencia a un estamento no vendría dada por herencia o la riqueza sino que, según las capacidades demostradas desde niño. La educación de niños y niñas se hará por parte de la polis (ciudad-estado), se educaría a los ciudadanos y según sus méritos formarían parte de uno u otro estamento. Como novedad señalar que Platón no excluye a las mujeres, como sí sucedía en la vida cotidiana de la época, de su participación en la vida política o militar, por lo que también éstas podrían formar parte de la casta gobernante o militar -en caso de reunir las virtudes adecuadas-. 


CUADRO DE LA UTOPÍA POLÍTICA PLATÓNICA 
(ANTROPOLOGÍA, ÉTICA Y POLÍTICA)

ALMAS O PARTES DEL ALMA
VIRTUDES
CLASES SOCIALES
EL ALMA RACIONAL
SABIDURÍA O PRUDENCIA
GOBERNANTES (FILÓSOFOS)
EL ALMA VOLITIVA O IRASCIBLE
FORTALEZA
GUERREROS O GUARDIANES
EL ALMA APETITIVA O CONCUPISCIBLE
TEMPLANZA
TRABAJADORES O COMERCIANTES

ARISTÓTELES
Virtudes morales: El hombre también tiene movimientos sensibles, deseos y apetencias; es decir, acciones que nacen de su alma sensitiva; pues bien, el regir estos movimientos por el intelecto constituye otro tipo de virtudes que Aristóteles denomina virtudes morales. Este regir las acciones nacidas del alma sensitiva por el intelecto lleva a imponer a las propias acciones un cierto orden, una cierta medida, de modo que la virtud, en este caso, consistirá en un cierto "hábito" por el que se trata de evitar los excesos y mantenerse siempre en el medio entre dos exageraciones. Aristóteles define la virtud moral como una "disposición voluntaria adquirida (hábito) dirigida por la razón y que consiste en el término medio entre dos vicios". En esta definición encontramos las tesis éticas fundamentales de este autor:

·         la virtud se puede aprender, no depende de la naturaleza y no es una disposición innata sino del ejercicio de la libertad, la repetición de actos.
·         La virtud es un hábito, es decir una disposición que se crea en nosotros para la realización de una tarea o actividad y es consecuencia del ejercicio o repetición: nos hacemos justos practicando la justicia, generosos practicando la generosidad, valientes practicando la valentía.
·         La virtud moral se realiza en un sujeto a partir de lo que su razón le enseña como bueno; para la vida buena es necesaria la perfección de la razón (como ya habían señalado Sócrates y Platón) de ahí que la virtud intelectual que llamamos prudencia sea fundamental también en el mundo moral; sin embargo, Aristóteles no defiende un intelectualismo moral radical pues no cree (como parece que era el caso de Sócrates) que para la vida buena sea necesario y suficiente que la razón nos sepa mostrar la conducta justa. En este punto Aristóteles se acerca al sentido común al indicar que si la voluntad de una persona no es buena, si no ha sido disciplinada y entrenada para la realización de lo correcto, aunque la razón le enseñe lo que es preciso hacer, es improbable que dicha persona lo haga.
·         La virtud consiste en saber dar con el término medio entre dos extremos, extremos que por ser tales son vicios. Para establecer lo que es mucho o poco en asuntos relativos al bien de las personas es preciso atender a las circunstancias, al sujeto que realiza la acción, sus necesidades y posibilidades, y para ello introduce Aristóteles la idea del término medio respecto a nosotros: en la moralidad el término medio se predica de las pasiones, los sentimientos y las acciones pues, dice este filósofo, en el temor, el atrevimiento, la apetencia, la ira, la compasión, y en general en el placer y el dolor caben el más y el menos, y ninguno de los dos está bien. El término medio es lo que no sobra ni falta, y no es único ni igual para todos. Parece claro, por ejemplo, que respecto de ser buen estudiante lo que para unos es muchas horas de estudio para otros es poco, y establecer el tiempo adecuado depende de las circunstancias y de las personas; o que, en relación con la humildad o el descaro, no hay un término matemático que corresponda a la conducta válida en todo momento y lugar pues en unas circunstancias lo correcto será mostrarse efusivo y cordial y en otras mantener una cierta distancia y no demasiada emotividad. En resumen, y utilizando las propias palabras de Aristóteles, si se vive la pasión o el sentimiento o se realiza la acción "cuando es debido, y por aquellas cosas y respecto a aquellas personas y en vista de aquello y de la manera que se debe, entonces hay término medio y excelente, y en esto consiste la virtud".

Sin embargo, Aristóteles también afirmará que no toda acción ni toda pasión admite el término medio, pues hay cosas malas en sí mismas: pasiones malas en sí mismas son la malignidad, la desvergüenza y la envidia, y malas acciones en sí mismas el adulterio, el robo y el homicidio.
Como ejemplos de virtud cabe señalar el valor (término medio entre la temeridad y la cobardía), la templanza (término medio entre la intemperancia o libertinaje y la insensibilidad) la generosidad (término medio entre el derroche y la tacañería); la virtud más importante es la justicia.




jueves, 9 de marzo de 2017

CUADRO DE LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO EN PLATÓN



ONTOLOGÍA (Teoría de la realidad)
GNOSEOLOGÍA (Teoría del conocimiento)




MUNDO INTELIGIBLE


CAUSA FORMAL
CAUSA EJEMPLAR
CAUSA FINAL

IDEAS

-Son: SIMPLES, INMUTABLES, INMATERIALES, ETERNAS, UNIVERSALES.
-Estructura: I DE BIEN, I. DE BELLEZA, I. DE JUSTICIA, I. DE SER, I. DE UNO.


INTUICIÓN INTELECTUAL
(“NOESIS”)


(NOESIS DIALÉCTICA: ASCENDENTE Y DESCENDENTE)







CONOCIMIENTO INTELECTUAL, CTO. INTELIGIBLE O CIENCIA
(“EPISTEME”)

Conocer es conocer lo UNIVERSAL, CIENCIA.

ENTIDADES MATEMÁTICAS.


RAZÓN DISCURSIVA:
(“DIANOIA”)

CTO. DE ENTIDADES MATEMÁTICAS






MUNDO SENSIBLE



Génesis. Intervienen:

IDEAS: Como modelos.
DEMIURGO: Como hacedor.
MATERIA.




COSAS SENSIBLES
O ENTES

PERECEDERAS, CAMBIANTES COMPUESTAS DE PARTES, PARTICULARES

CREENCIA
(“EIKASIA”)

CTO. DIRECTO DEL MUNDO SENSIBLE.
                .










CONOCIMIENTO
SENSIBLE
(“DOXA”)
(OPINIÓN , NO CIENCIA)


IMÁGENES O SOMBRAS DE LAS COSAS



CONJETURA
(“PISTIS”)

CTO. INDIRECTO DEL MUNDO SENSIBLE




CUADRO DE LA UTOPÍA POLÍTICA PLATÓNICA 
(ANTROPOLOGÍA, ÉTICA Y POLÍTICA)



ALMAS O PARTES DEL ALMA


VIRTUDES

CLASES SOCIALES

EL ALMA RACIONAL


SABIDURÍA O PRUDENCIA
Se alcanza con el conocimiento de las Ideas.


GOBERNANTES (FILÓSOFOS)


EL ALMA VOLITIVA O IRASCIBLE

FORTALEZA


GUERREROS O GUARDIANES


EL ALMA APETITIVA O CONCUPISCIBLE


TEMPLANZA

TRABAJADORES O COMERCIANTES






viernes, 3 de marzo de 2017

PICO DELLA MIRANDOLA (1463-1494) 
El humanismo y el nuevo espíritu de conciliación religiosa, encuentra en Pico, su mejor interlocutor.
Su obra más conocida es el ensayo: "Oración por la dignidad del hombre."

En este ensayo, describe la creación: Usando como fuentes, el Génesis y el Timaeus, y agrega algo de su propia cosecha.

"Cuando Dios ha completado la creación del mundo, empieza a considerar la posibilidad de la creación del hombre, cuya función será meditar, admirar y amar la grandeza de la creación de Dios. Pero Dios no encontraba un modelo para hacer al hombre. Por lo tanto se dirige al prospecto de criatura, y le dice: “No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tú tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas, la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitantes, de acuerdo a tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del Universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho ni mortal, ni inmortal. Ni de la tierra, ni del cielo. De tal manera, que tú podrás transformarte a ti mismo, en lo que desees.
Podrás descender a la forma más baja de existencia, como si fueras una bestia. O podrás en cambio, renacer mas allá del juicio de tu propia alma, entre los mas altos espíritus, aquellos que son divinos."

En esta nueva concepción del universo, aparece el hombre con el brillo de la cultura clásica griega. Como un ser consciente de su propia gloria, con capacidad intelectual y estatura espiritual, no contaminada con el pecado original.
Y la manera de entender las cosas también se ha transformado. Ahora la imaginación predomina sobre el análisis racional.
El humanismo da al hombre una nueva dimensión, la naturaleza se ve divinizada y el cristianismo adquiere una nueva perspectiva. Con ello, los humanistas desafían al orden establecido, en una forma que ni ellos logran imaginar. Con el redescubrimiento de la sofisticada espiritualidad clásica. Dada como una opción viable y alterna al cristianismo. La autoridad moral de la iglesia, es colocada en entredicho, y los dogmas eclesiásticos son considerados obsoletos.
En la oración de Pico, se presenta al hombre como capaz y dotado de las cualidades, para situarse en el lugar de su conveniencia dentro del Cosmos, incluyendo su vínculo con Dios, sin mencionar la necesidad de un salvador intermediario, ni mucho menos de la participación institucionalizada de una jerarquía religiosa, ni tampoco de los rituales y dogmas que la acompañan.

TOMÁS HOBBES (1558 -1579)
La concepción hobbesiana del estado de naturaleza se aparta del sentido paradisíaco, que a ese estado, asigna el pensamiento teológico. Hobbes separa con claridad dos etapas: una situación de barbarie y de guerra de todos contra todos (“El hombre es un lobo para el hombre”), un mundo sin germen de derecho, y por otra parte, un estado creado y sostenido por el derecho, un estado con suficiente poder para iniciar y reformar su estructura.
Según Hobbes la naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y del espíritu que pueden reclamar, para sí mismos, un beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar.
La inclinación general de la humanidad entera es entonces un perpetuo e incesante afán de poder que cesa solamente con la muerte. La pugna de riquezas, placeres, honores u otras formas de poder, inclina a la lucha, la enemistad y a la guerra. Por ello en la naturaleza del hombre se encuentran tres causas principales de discordia: la competencia, la desconfianza y la gloria. De esta manera la competencia impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio, la desconfianza para lograr la seguridad y la gloria para ganar reputación. Con todo esto, mientras el hombre viva sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se llama guerra. Una guerra que es la de todos contra todos.
Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo. La razón los hace pensar que sin seguridad y duración, los bienes y privilegios deseados no tienen sentido porque no se pueden disfrutar. La razón entonces sugiere normas adecuadas de paz, a las cuales pueden llegar los hombres por mutuo consenso. Estas normas son las que Hobbes llama leyes de la naturaleza, las cuales servirán para que el hombre salga de ese estado de guerra.
Esta inclinación de pactar lleva a los individuos a convenir un contrato, que implica la renuncia de todos sus derechos que poseían en el estado de naturaleza para otorgárselo a un soberano que a  cambio les garantizará el orden y la seguridad. Con el contrato se renuncia a la libertad y a cualquier derecho que pudiera poner en peligro la paz.
Esta es la generación del Leviatán o dios mortal, al cual debemos nuestra paz y nuestra defensa. Y fundando el Estado sólo es posible la sociedad civil. Es decir, la organización de todos los súbditos sometidos al poder del Estado, se convierte en el polo opuesto de la guerra.

LEVIATÁN
Capítulo XIII
De la condición natural del género humano, en lo que concierne a su felicidad y miseria
La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en sus facultades corporales y mentales que, aunque pueda encontrarse a veces un hombre manifiestamente más fuerte de cuerpo, o más rápido de mente que otro, aún así, cuando todo se toma en cuenta en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es lo bastante considerable como para que uno de ellos pueda reclamar para sí beneficio alguno que no pueda el otro pretender tanto como él. Porque en lo que toca a la fuerza corporal, aun el más débil tiene fuerza suficiente para matar al más fuerte, ya sea por maquinación secreta o por federación con otros que se encuentran en el mismo peligro que él.
Y en lo que toca las facultades mentales, (dejando aparte las artes fundadas sobre palabras, y especialmente aquella capacidad de procedimiento por normas generales e infalibles llamada ciencia, que muy pocos tienen, y para muy pocas cosas, no siendo una facultad natural, nacida con nosotros, ni adquirida (como la prudencia) cuando buscamos alguna otra cosa) encuentro mayor igualdad aún entre los hombres, que en el caso de la fuerza. Pues la prudencia no es sino experiencia, que a igual tiempo se acuerda igualmente a todos los hombres en aquellas cosas a que se aplican igualmente. Lo que quizá haga de una tal igualdad algo increíble no es más que una vanidosa fe en la propia sabiduría, que casi todo hombre cree poseer en mayor grado que el vulgo; esto es, que todo otro hombre salvo él mismo, y unos pocos otros, a quienes, por causa de la fama, o por estar de acuerdo con ellos, aprueba. Pues la naturaleza de los hombres es tal que, aunque pueden reconocer que muchos otros son más vivos, o más elocuentes, o más instruidos, difícilmente creerán, sin embargo, que haya muchos más sabios que ellos mismos: pues ven su propia inteligencia a mano, y la de los otros hombres a distancia. Pero esto prueba que los hombres son en ese punto iguales más bien que desiguales. Pues generalmente no hay mejor signo de la igual distribución de alguna cosa que el que cada hombre se contente con lo que le ha tocado.
De esta igualdad de capacidades surge la igualdad en la esperanza de alcanzar nuestros fines. Y, por lo tanto, si dos hombres cualesquiera desean la misma cosa, que, sin embargo, no pueden ambos gozar, devienen enemigos; y en su camino hacia su fin (que es principalmente su propia conservación, y a veces sólo su delectación) se esfuerzan mutuamente en destruirse o subyugarse. Y viene así a ocurrir que, allí donde un invasor no tiene otra cosa que temer que el simple poder de otro hombre, si alguien planta, siembra, construye, o posee asiento adecuado, puede esperarse de otros que vengan probablemente preparados con fuerzas unidas para desposeerle y privarle no sólo del fruto de su trabajo, sino también de su vida, o libertad. Y el invasor a su vez se encuentra en el mismo peligro frente a un tercero.
No hay para el hombre más forma razonable de guardarse de esta inseguridad mutua que la anticipación; y esto es, dominar, por fuerza o astucia, a tantos hombres como pueda hasta el punto de no ver otro poder lo bastante grande como para ponerla en peligro. Y no es esto más que lo que su propia conservación requiere, y lo generalmente admitido. También porque habiendo algunos, que complaciéndose en contemplar su propio poder en los actos de conquista, los que van más lejos de lo que su seguridad requeriría, si otros, que de otra manera se contentarían con permanecer tranquilos dentro de límites modestos, no incrementasen su poder por medio de la invasión, no serían capaces de subsistir largo tiempo permaneciendo sólo a la defensiva. Y, en consecuencia, siendo tal aumento del dominio sobre hombres necesario para la conservación de un hombre, debiera serle permitido.
Por lo demás, los hombres no derivan placer alguno (sino antes bien, considerable pesar) de estar juntos allí donde no hay poder capaz de imponer respeto a todos ellos. Pues cada hombre se cuida de que su compañero le valore a la altura que se coloca el mismo. Y ante toda señal de desprecio o subvaloración es natural que se esfuerce hasta donde se atreva (que, entre aquellos que no tienen un poder común que los mantengan tranquilos, es lo suficiente para hacerles destruirse mutuamente), en obtener de sus rivales, por daño, una más alta valoración; y de los otros, por el ejemplo.
Así pues, encontramos tres causas principales de riña en la naturaleza del hombre. Primero, competición; segundo, inseguridad; tercero, gloria.
El primero hace que los hombres invadan por ganancia; el segundo, por seguridad; y el tercero, por reputación. Los primeros usan de la violencia para hacerse dueños de las personas, esposas, hijos y ganado de otros hombres; los segundos para defenderlos; los terceros, por pequeñeces, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, y cualquier otro signo de subvaloración, ya sea directamente de su persona, o por reflejo en su prole, sus amigos, su nación, su profesión o su nombre.
Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que les obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre. Pues la guerra no consiste sólo en batallas, o en el acto de luchar; sino en un espacio de tiempo donde la voluntad de disputar en batalla es suficientemente conocida. Y, por tanto, la noción de tiempo debe considerarse en la naturaleza de la guerra; como está en la naturaleza del tiempo atmosférico. Pues así como la naturaleza del mal tiempo no está en un chaparrón o dos, sino en una inclinación hacia la lluvia de muchos días en conjunto, así la naturaleza de la guerra no consiste en el hecho de la lucha, sino en la disposición conocida hacia ella, durante todo el tiempo en que no hay seguridad de lo contrario. Todo otro tiempo es paz.
Lo que puede en consecuencia atribuirse al tiempo de guerra, en el que todo hombre es enemigo de todo hombre, puede igualmente atribuirse al tiempo en que los hombres también viven sin otra seguridad que la que les suministra su propia fuerza y su propia inventiva. En tal condición no hay lugar para la industria; porque el fruto de la misma es inseguro. Y, por consiguiente, tampoco cultivo de la tierra; ni navegación, ni uso de los bienes que pueden ser importados por mar, ni construcción confortable; ni instrumentos para mover y remover los objetos que necesitan mucha fuerza; ni conocimiento de la faz de la tierra; ni cómputo del tiempo; ni artes; ni letras; ni sociedad; sino, lo que es peor que todo, miedo continuo, y peligro de muerte violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta.
Puede resultar extraño para un hombre que no haya sopesado bien estas cosas que la naturaleza disocie de tal manera los hombres y les haga capaces de invadirse y destruirse mutuamente. Y es posible que, en consecuencia, desee, no confiando en esta inducción derivada de las pasiones, confirmar la misma por experiencia. Medite entonces él, que se arma y trata de ir bien acompañado cuando viaja, que atranca sus puertas cuando se va a dormir, que echa el cerrojo a sus arcones incluso en su casa, y esto sabiendo que hay leyes y empleados públicos armados para vengar todo daño que se le haya hecho, qué opinión tiene de su prójimo cuando cabalga armado, de sus conciudadanos cuando atranca sus puertas, y de sus hijos y servidores cuando echa el cerrojo a sus arcones. ¿No acusa así a la humanidad sus acciones como lo hago yo con mis palabras? Pero ninguno de nosotros acusa por ello a la naturaleza del hombre. Los deseos, y otras pasiones del hombre, no son en sí mismos pecado. No lo son tampoco las acciones que proceden de estas pasiones, hasta que conocen una ley que las prohíbe. Lo que no pueden saber hasta que haya leyes. Ni puede hacerse ley alguna hasta que hayan acordado la persona que lo hará.
Puede quizás pensarse que jamás hubo tal tiempo ni tal situación de guerra; y yo creo que nunca fue generalmente así, en todo el mundo. Pero hay muchos lugares donde viven así hoy. Pues las gentes salvajes de muchos lugares de América, con la excepción del gobierno de pequeñas familias, cuya concordia depende de la natural lujuria, no tienen gobierno alguno; y viven hoy en día de la brutal manera que antes he dicho. De todas formas, qué forma de vida habría allí donde no hubiera un poder común al que temer puede ser percibido por la forma de vida en la que suelen degenerar, en una guerra civil, hombres que anteriormente han vivido bajo un gobierno pacífico.
Pero aunque nunca hubiera habido un tiempo en el que los hombres particulares estuvieran en estado de guerra de unos contra otros, sin embargo, en todo tiempo, los reyes y personas de autoridad soberana están, a causa de su independencia, en continuo celo, y en el estado y postura de gladiadores; con las armas apuntando, y los ojos fijos en los demás; esto es, sus fuertes, guarniciones y cañones sobre las fronteras de sus reinos e ininterrumpidos espías sobre sus vecinos; lo que es una postura de guerra. Pero, pues, sostienen así la industria de sus súbditos, no se sigue de ello aquella miseria que acompaña a la libertad de los hombres particulares.
De esta guerra de todo hombre contra todo hombre, es también consecuencia que nada puede ser injusto. Las nociones de bien y mal, justicia e justicia, no tienen allí lugar. Donde no hay poder común, no hay ley. Donde no hay ley, no hay injusticia. La fuerza y el fraude son en la guerra las dos virtudes cardinales. La justicia y la injusticia no son facultad alguna ni del cuerpo ni de la mente. Si lo fueran, podrían estar en un hombre que estuvieras solo en el mundo, como sus sentidos y pasiones. Son cualidades relativas a hombres en sociedad, no en soledad. Es consecuente también con la misma condición que no haya propiedad, ni dominio, ni distinción entre mío y tuyo; sino sólo aquello que todo hombre pueda tomar; y por tanto tiempo como pueda conservarlo. Y hasta aquí lo que se refiere a la penosa condición en la que el hombre se encuentra de hecho por pura naturaleza; aunque con una posibilidad de salir de ella, consistente en parte en las pasiones, en parte en su razón.
Las pasiones que inclinan a los hombres hacia la paz son el temor a la muerte; el deseo de aquellas cosas que son necesarias para una vida confortable; y la esperanza de obtenerlas por su industria. Y la razón sugiere adecuados artículos de paz sobre los cuales puede llevarse a los hombres al acuerdo. Estos artículos son aquellos que en otro sentido se llaman leyes de la naturaleza, de las que hablaré más en concreto en los dos siguientes capítulos.
(Según la versión de Antonio Escohotado, "Leviatán o la invención moderna de la razón", Editora Nacional, Madrid, 1980)
Fragmentos del texto:
“La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en sus facultades corporales y mentales que, aunque pueda encontrarse a veces un hombre manifiestamente más fuerte de cuerpo, o más rápido de mente que otro, aún así, cuando todo se toma en cuenta en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es lo bastante considerable como para que uno de ellos pueda reclamar para sí beneficio alguno que no pueda el otro pretender tanto como él. 
(…) De esta igualdad de capacidades surge la igualdad en la esperanza de alcanzar nuestros fines. Y, por lo tanto, si dos hombres cualesquiera desean la misma cosa, que, sin embargo, no pueden ambos gozar, devienen enemigos; y en su camino hacia su fin (que es principalmente su propia conservación, y a veces sólo su delectación) se esfuerzan mutuamente en destruirse o subyugarse. 
(...) Así pues, encontramos tres causas principales de riña en la naturaleza del hombre. Primero, competición; segundo, inseguridad; tercero, gloria.
El primero hace que los hombres invadan por ganancia; el segundo, por seguridad; y el tercero, por reputación. Los primeros usan de la violencia para hacerse dueños de las personas, esposas, hijos y ganado de otros hombres; los segundos para defenderlos; los terceros, por pequeñeces, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, y cualquier otro signo de subvaloración, ya sea directamente de su persona, o por reflejo en su prole, sus amigos, su nación, su profesión o su nombre.
Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que les obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre.”

JEAN-JACQUES ROUSSEAU (1712-1778)
Rousseau retoma el problema que ya habían planteado Hobbes y Locke: ¿cuál es el estado natural del hombre? Es decir: ¿cómo era el hombre antes de fundar la sociedad? O quizás mejor: ¿cómo sería el hombre si prescindiéramos de lo que la sociedad ha puesto en él? Rousseau supone lo contrario que Hobbes: el hombre natural era un ser benévolo, que vivía en paz con la naturaleza y con los demás hombres, satisfacía con facilidad sus limitadas necesidades y carecía de ambición y de avaricia. Este  “buen salvaje” gozaba de una placentera libertad natural y estaba guiado por un sano amor de sí.
Todo se arruina cuando aparece la propiedad privada: cuando un hombre cerca un terreno y proclama que es suyo, comienza el egoísmo, las envidias y la injusticia. Se termina la paz del estado de naturaleza y esta situación es aprovechada por los poderosos para imponer unas leyes injustas que, bajo pretexto de establecer la paz, sólo se dirigen a perpetuar la opresión de los débiles y anular su libertad. Es decir, el progreso en la cultura, las ciencias y las artes, ha traído consigo una situación de esclavitud para un ser humano que había nacido libre. Como se ve, una postura pesimista acerca de la situación social de su tiempo que no compartían muchos de sus contemporáneos ilustrados, encandilados por la idea de progreso.
¿Qué hacer ante esta situación? Rousseau comprende que no se puede volver a un estado adánico y resucitar al buen salvaje: su crítica no apunta a la civilización en general sino a la forma concreta que esta civilización ha adquirido. Propone en cambio establecer un nuevo contrato social muy distinto del que propugnaba Hobbes con su legitimación del absolutismo. Un contrato mediante el cual el individuo una sus fuerzas con las de los demás sin perder su libertad. Para lograrlo, se trata de establecer lo que él llama la voluntad general, es decir, la voluntad de la comunidad en su conjunto, que no es la mera suma de las voluntades individuales. Desde el momento en que el ciudadano acepta someterse a esta voluntad general no pierde un ápice de su libertad, ya que se somete a una ley que él mismo se ha dado como parte de esa comunidad y por lo tanto no obedece a nadie más que a sí mismo. Cada uno se da a todos los demás y al hacerlo recobra esa libertad que entrega, con la ventaja de que aumenta su fuerza y la defensa de lo que es suyo. Esta voluntad general se determina por medio del sufragio  universal, que tiene la virtud de eliminar las opiniones extremas y establecer la opinión común de la sociedad. Desde el momento en que un ciudadano ha aceptado libremente el pacto, el resultado de la votación, cualquiera que sea, estará expresando su propia voluntad, aun cuando él haya votado otra cosa distinta.
Se pasa así del estado de libertad natural propio del buen salvaje al de una libertad civil fundada en la razón, creando una unión social perfecta que está muy por encima del estado de naturaleza. Y aquí Rousseau, ilustrado y optimista en el fondo, supone que este nuevo orden social será capaz de erradicar el mal y la injusticia y asegurar la felicidad del hombre.


“El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir: Esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso: <<¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!>>”